Por Carmen Soto
Investigadora de CREAS
Vivimos en un país privilegiado en cuanto a los recursos naturales marítimos que posee, tanto por su extensa área con más de 6.400 km de costa, como por su abundante biomasa. Como resultado de esta riqueza natural, Chile está dentro de los 10 países pesqueros más importantes del mundo, con más de 230 especies registradas, entre las que se cuentan peces, algas, moluscos, crustáceos, equinodermos, tunicado, cnidarios, entre otros. Pero a pesar de esta gran biodiversidad, las especies más explotadas en nuestro país – con fines industriales, artesanales y acuícolas – son mayoritariamente peces, específicamente la anchoveta, el jurel y la sardina común; además de un bajo consumo per cápita, del orden de 13 Kg de pescados y mariscos/persona/año, inferior al promedio mundial establecido por la FAO (23 Kg/persona/año).
Para incentivar el aprovechamiento de otros recursos marinos, se deben desarrollar dos estrategias y políticas públicas a nivel gubernamental; en primer lugar, mejorar el consumo de diversos recursos marinos y, en segundo lugar, establecer zonas protegidas para evitar la sobreexplotación o agotamiento de algunas especies.
La primera estrategia debe apuntar a difundir las características nutricionales y funcionales de las especies marítimas para incentivar el consumo de las menos conocidas, como algas o equinodermos. En mi rol de investigadora, he podido constatar que los productos del mar cuentan con características nutricionales y funcionales destacables: son una gran fuente de proteínas de fácil digestión, en concentraciones que pueden superar un 20%; poseen una amplia variedad de vitaminas hidrosolubles y liposolubles (A, B, D y E); contienen minerales como fósforo, sodio, hierro, magnesio, selenio y yodo; y poseen bajo contenido de grasas saturadas y de colesterol, caracterizados por la presencia de ácidos grasos poliinsaturados del tipo omega 3, (DHA y EPA), ampliamente reconocidos por sus beneficios a la salud cardiovascular y al desarrollo del sistema nervioso central. Si bien actualmente existen campañas de difusión al respecto, como el Programas Estratégico “Del Mar a mi Mesa”, de la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, éstas son escasas.
En el caso de las actividades de sobreexplotación y agotamiento, las vedas y fiscalizaciones al proceso de cultivo de algunos recursos, son una excelente alternativa, y de forma adicional se debe promover la utilización de materias subvaloradas y/o descartadas. Hoy en día, el sector pesquero destina principalmente su producción fresca y procesada al consumo interno, ya sea para comercializar productos congelados, frescos enfriados, deshidratados, salados-secos, conservas, harina, aceite, alginato, agar-agar, colagar, entre otros. No obstante, promover el desarrollo de productos con mayor valor agregado es fundamental, como por ejemplo, el uso de matrices subvaloradas, de menor valor comercial por bajo calibre, por poco consumo, etc, las que pueden ser deshidratadas para elaborar distintos productos alimenticios, o ser procesadas para la elaboración de conservas y/o encurtidos. Las opciones son numerosas, desde harinas de residuos de crustáceos, pescados y algas, hasta el aprovechamiento de las algas en formato de mermeladas, sazonadores de alimentos, pastas y/u otros alimentos en reemplazo a productos de origen cárnico.
Las alternativas son variadas y factibles de desarrollar a nivel nacional, siempre con el foco en mejorar el aprovechamiento de los recursos marinos de forma sustentable. Por lo tanto, resulta imprescindible promover el desarrollo de productos con mayor valor agregado, no sólo para el sector productivo, sino también para los consumidores que contarán con una mayor gama de productos y aprovecharán los grandes beneficios que este tipo de productos genera.
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